Mi segunda piel
>> miércoles, 18 de septiembre de 2013
Había aprendido pronto a no preocuparse por nadie demasiado. Preocuparse por la gente conducía al dolor. El dolor le haría abrirse a la inseguridad. Era mejor estar sola, aislarse en su torre de cristal y contentarse con las deformadas visiones del mundo exterior refractadas a través de las protectoras murallas. Y se quedó vacía, con todo en su interior convertido en un exquisito escudo contra la posibilidad de que la hirieran, o la traicionaran
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