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Frio en el cuerpo

>> viernes, 27 de mayo de 2011


Estaba sentada en la arena, aquella playa la había visto tantas y tantas noches esperarle, que la había hecho parte de ella.
Abrazaba sus rodillas y miraba al horizonte la luna reflejada en el mar, cerraba los ojos y se abandonaba a los recuerdos, esos que con tanto celo guardaba, esos que pese a cualquier guerra nadie le podría arrebatar.
Sabia que volver al pasado no se lo devolvería, pero sabia que allí era donde únicamente era feliz, donde consiguió rozar con la punta de sus dedos la dicha de sentirle suyo.
Donde tantos y tantos planes habían sido forjados, donde tantas citas habían sido cumplidas justo en la madrugada.
Deseó sentirle abrazando su cuerpo, deseó oírle susurrar tan cerca de su cuello que su piel se erizaba, deseó tenerle cerca, pero sus deseos ya no se cumplian salvo cuando viajaba al pasado.
Se encogió al sentir el frío y que nadie había allí para abrazarla como antaño.
Sabia que en algún lugar estaría él, quizás pensándola, pero tan mudo que ningún sonido salia de su garganta, tan ciego que no se daba cuenta de que ella seguiría allí esperándole toda su vida, tan sordo que no oia las suplicas de que lo necesitaba...
Recordó uno a uno sus tesoros, sus sonrisas, sus te quiero, sus mi hada, pero todo lo que la rodeaba era el rumor del mar.
Oía en el vaivén de las olas sus pasos tras de ella, pero sabia que si se giraba, no estaría ahí... Seguiría sola.
Recordó verle entrar por la puerta mientras leía, como llegaba con su aire cansado a cobijarse en su regazo, el sentimiento de tenerle en casa, su casa, su alma, la plenitud de tenerlo todo si estaba cerca.
Anheló esperarle ansiosa a que llegara, a sonreír cuando cruzaba para correr a sus brazos, deseó no pensar en nada salvo en perderse en sus abrazos, pero no, no estaba ahí.
El frío comenzo a recorrer su espalda, sus brazos, su cuerpo y sintió como todo estaba congelado, todo dentro de su alma, todo bien guardado para que no pudieran arrebatárselo, ni siquiera quien había decidido que era mejor estar separados...
Se levantó despacio, sacudió la arena de su cuerpo, miró un instante al mar, como diciendole hasta luego a su amado, recogió todos sus recuerdos, se vistió su armadura y comenzó a caminar hacia la casa, aquella vacía casa donde nadie habitaba desde que él dejó de ir una noche en la madrugada...

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